Primera mención de la ciudad de VALENTIA (TITO LIVIO)

IVNIVS BRVTVS COS. IN HISPANIA IIS QVI SVB VIRIATHO MILITAVERANT AGROS ET OPPIDVM DEDIT, QVOD VOCATVM EST VALENTIA





La Saga de los Antonio de Valentia

Bienvenid@s a la antigua Hispania romana...

Querid@ amig@, te invito a un viaje muy especial, una ventana que te permitirá ver nuestro pasado y conocer las costumbres y vidas de nuestros ancestros, tan sólo dos mil cien años atrás, cuando esa bella dama llamada València nacía en la isla fluvial del curso bajo del Turivs de la mano de las palas, el sudor y la ilusión de poco más de dos mil veteranos licenciados de las legendarias legiones de Roma.

VALENTIA, DEVOTIO y PRINCEPS contienen entre sus páginas muchos de los momentos más apasionantes y dramáticos que vivió la joven Perla del Turia desde sus primeros años de vida allá por el siglo I a.C. hasta la gran persecución de principios del siglo IV d.C.


En VALENTIA conocerás a dos hombres atrevidos y extraordinarios, Quinto Sertorio y Pompeyo el Grande, ambos decididos a dirimir sus irreconciliables diferencias en tierras valencianas inmersos en la cruenta Guerra Civil que sacudió a la vieja República.

En DEVOTIO podrás leer dos historias paralelas: la primera de ellas la protagoniza un peligroso triángulo formado por Publio Daciano, el gobernador de la Tarraconense, Eutiquio de Osca, un diácono indomable, y Tito Antonio, un magistrado veterano que se ve atrapado en medio de la gran persecución de los cristianos. La segunda historia nos lleva 20 años después de VALENTIA, cuando el único hijo de Cayo Antonio, Lucio, decide lavar el honor familiar yendo a luchar contra un usurpador que pretende dominar la República: Cayo Julio César.


En PRINCEPS Lucio Naso seguirá a uno de los grandes hombres que protagonizaron el fin de la república, Sexto Pompeyo, conociendo en paralelo las carreras desaforadas hacia el poder de Marco Antonio y Gayo Octavio Turino, quien con el tiempo y astucia acabaría siendo conocido como Augusto, el princeps...

Si siempre has querido saber más sobre la Historia antigua de València, si no te has conformado con la poca y dispersa información que hay sobre ella y crees que hay muchas más cosas interesantes y curiosas que saber de nuestros orígenes esperando a ser descubiertas, acertarás leyendo las epopeyas de Cayo Antonio Naso y su hijo Lucio, ciudadanos de VALENTIA.

PLVRIMAM SALVTEM OMNIBVS!


Gabriel Castelló

El Puig (València)

martes, 24 de abril de 2012

Cine de Romanos: CLEOPATRA


Una nueva entrega de CINE DE ROMANOS
en ARQVEHISTORIA:


CLEOPATRA (1963)


Cartel promocional

 Esta superproducción británico-suiza-estadounidense atesora varios records del mundo del celuloide, una joya como película péplum que casi acaba con la caja de la 20th Century Fox y la vida de Elizabeth Taylor. Más que narrar el archiconocido argumento de los sendos romances de la reina egipcia con los dos hombres más poderosos de su tiempo, nos fijaremos en los detalles curiosos que rodearon la gestación de esta obra, así como las disparidades históricas más relevantes que contiene. Para saber de sus andanzas reales, os invito a leer la revisión que hice del personaje en HdH:

 En 1960, la 20th Century Fox estaba pasando por un bache empresarial. Necesitaban una película con la que hacer caja rápida, y qué mejor para ello que meterse en una revisión de bajo coste de alguna película atractiva y exitosa, pero al estilo superproducción épica tan al gusto de la época. La elegida para el re-make fue la Cleopatra de Cecil B. Demile de 1934. En principio se presupuestaron dos millones de dólares para acometer el proyecto, encargándoselo al director Rouben Mamoulian, quien optó por fichar a la actriz afroamericana Dorothy Dandridge como Cleopatra, a Peter Finch como César y Stephen Boyd como Marco Antonio (un auténtico especialista en el género de capa y espada en sus tiempos, comparable al actual Orlando Bloom) A los pocos meses de comenzar el proyecto, la Fox se deshizo de Mamoulian y el reparto abandonó el rodaje para acometer otros compromisos más lucrativos. Ante aquel temprano fiasco, la productora contrató al director de origen judío-alemán Joshep L. Mankiewicz, y no reparó en gastos para traerse a la rutilante estrella del momento, Elizabeth Taylor, quien firmó un contrato de un millón de dólares por la película, con una penalización de 50.000 dólares semanales por demora. La acompañarían en los papeles principales Rex Harrison (C. Julio César), Richard Burton (Marco Antonio) y Roddy McDowall (Octavio)

Trailer original de la película

 La película empezó a filmarse en Londres, y esta decisión supuso un problema desde el principio. Los decorados, las plantas, y la salud de la Taylor, se vieron muy damnificadas durante el rodaje por el frío y húmedo clima inglés, llegando ésta a tener que ser atendida de urgencia durante un rodaje y teniéndosele que aplicar una traqueotomía para salvarle la vida. En el “Cómo se hizo…” hay planos en los que se ve a Cleopatra en tirantes echando vaho al hablar… algo que no resulta muy egipcio. Seis meses después, viendo que ni el frío remitía, ni Elizabeth Taylor mejoraba, el rodaje se trasladó a Roma y España, con el sobrecoste que ello conllevó (la batalla de Farsalia está rodada en Almería) Como contrapunto a las penalidades que padeció la actriz durante el rodaje, fue por entonces cuando conoció a Richard Burton. El romance del celuloide pronto se trasladó a la vida real, propiciando un escándalo que, al principio, no fue bien visto por la productora.

Al final, y después de tantos inconvenientes y prorrogas, el rodaje duró 14 meses, frente a los escasos dos meses presupuestados, y Mankiewicz le presentó a la Fox una película de seis horas. Aquellos rechazaron inmediatamente su propuesta, proponiéndole cortar dos horas de película. El director, celoso defensor de su trabajo, hizo una contraoferta: partir la película en dos: César y Cleopatra y Antonio y Cleopatra. De nuevo, la Fox dijo que no, esta vez pensando en que alargar la entrada en escena de Richard Burton, siendo titulares su relación amorosa con Elizabeth Taylor, no les convenía para obtener el retorno de la inversión que necesitaban. No era broma, la excesiva demora, los problemas técnicos y de salud y el coste del proyecto en sí se habían tragado ya 44 millones de dólares (en la equivalencia de hoy, sobre 320), y urgía hacer caja, pues peligraba hasta la viabilidad económica de la Fox, asfixiada por tamaño macro-proyecto.

 Mankiewicz tuvo que claudicar y la cinta se estrenó durando 3 horas recortando escenas importantes, pero fue el mayor éxito de taquilla hasta aquel momento, recaudando 24 millones de dólares en el primer año, un montante astronómico que no cubría ni la mitad de la inversión. Fue algo así como morir de éxito…
 La película no se basa en ninguna novela, sino en un ensayo llamado “The Life and Times of Cleopatra”, por lo que los guionistas se limitaron a seguir de cerca los hechos históricos narrados por los clásicos, pero con algunas licencias. Las más sonadas son:

·        Marco Vipsanio Agripa no fue almirante de la armada con C. Julio César, era mucho más joven que el dictador, de la edad de Octavio, y su amigo personal, y sólo ostento el título de praefectum navis a partir de la guerra en Sicilia contra Sexto Pompeyo (36-39 a.C.)

·        Imperator no significa “emperador” con el concepto que hoy manejamos; muchos legados durante la República lo fueron, y no fueron emperadores. El primer emperador “oficial” fue Octavio (Augusto); otro error es concederle el título de dictador a César como algo simbólico; no lo era, César vivió su último año en Roma como un monarca disfrazado de cónsul.

·        César nunca hubiera tomado en brazos a su hijo bastardo con Cleopatra, Cesarión. Ello habría conllevado su inmediata adopción y/o reconocimiento de linaje según la lex romana.

·        Cleopatra jamás pisó el foro romano. Las leyes de la república impedían a un rey extranjero cruzar el pomerium (una línea indeterminada que delimitaba el área sagrada de la antigua Roma) César la alojó en su villa del Tiber, fuera de dichos límites. La dichosa escena costó seis meses de rodar: el director de fotografía no encontraba el día idóneo, pues la luz natural de Roma no le convencía…

·        Mobiliario, vegetación y decorados son anacrónicos, así como el extenso vestuario de la reina (Elizabeth Taylor usó más de 65 diferentes vestidos durante el rodaje)
Rex Harrison es César
  Por el lado interpretativo, Rex Harrison borda el papel de César, Richard Burton me resulta un Marco Antonio un poco light (la Historia nos describe al triunviro como un tipo libertino y vicioso, y Burton se comporta como un fraile), Roddy McDowell está bien como Octavio, quizá demasiado mayor para el papel, pero quien luce como Isis, y sin tener facciones mediterráneas como sería de esperar en una mujer griega como lo fue Cleopatra VII, es Elizabeth Taylor; está sencillamente espléndida. Gran trabajo tiene por delante Angelina Jolie para hacernos desaparecer de la cabeza la imagen de su antecesora como genuina reina de las dos tierras…
La Cleopatra que retenemos en nuestros recuerdos
Recreación del rostro de la verdadera Cleopatra VII
 La crítica fue feroz con esta superproducción, pero la caja acompaño, aunque no en el primer año. Cleopatra de la Fox obtuvo cuatro Óscar y nueve candidaturas en 1963, pero no obtuvo ninguno de los denominados importantes. En contraposición, Elizabeth Taylor se llevó una cicatriz en la garganta, un nuevo marido y 7 millones de dólares de la época… Ahora, familiares de Mainkiewicz y de aquellos directivos de la Fox están tratando de recuperar los rollos denostados para lanzar una edición especial con la película íntegra.

 Si esta película os atrapa como lo hace a mi, no dejés de releer este post escuchando su banda sonora, una pieza estupenda compuesta por Alex North. Aquí os dejo la Overtura:
En youtube tenéis la BSO íntegra de la película







 

sábado, 21 de abril de 2012

jueves, 19 de abril de 2012

DEVOTIO, Los enemigos de César




SINOPSIS de
DEVOTIO, LOS ENEMIGOS DE CÉSAR

Portada del e-book

HISPANIA, invierno del 303

Un nuevo gobernador sin escrúpulos…
Un muchacho cristiano sin miedo…
Un viejo magistrado sin ayuda…

 Tres hombres distintos cuyas vidas confluirán en Valentia, a dos de ellos los engullirá la Historia, el tercero forjará una leyenda. Pocos conocen su verdadero nombre, muchos su apodo: Vincentius.

Valentia en tiempos de Vincentius
 El nuevo gobernador de la Tarraconense, Publio Daciano, un veterano de las legiones de pasado oscuro, está dispuesto a que su primer cargo provincial sea el impulsor de sus ambiciones. Para ello no escatima esfuerzos en aplicar los edictos imperiales de Diocleciano con absoluta severidad. En plena persecución religiosa, el joven diácono de Caesaraugusta, un muchacho arrogante llamado Eutiquio de Osca, es arrestado junto a su obispo y conducido a Valentia para ser ambos juzgados por su apostasía. Tito Antonio, magistrado emérito y hombre de edad y reconocido carisma en la colonia, acaba siendo el abogado del joven cristiano frente a un riguroso tribunal liderado por el propio gobernador…


HISPANIA, primavera del 49 a.C.

La República está en guerra. César controla Roma y se dirige a marchas forzadas hacia Hispania con tal de derrotar a las legiones fieles a Pompeyo el Grande acantonadas en Ilerda. Lucio Afranio, uno de los legados de Pompeyo en la Citerior, se ve forzado a realizar una leva entre los indígenas para reclutar efectivos con los que reforzar sus legiones. Un muchacho berón se entera de su verdadero nombre y ascendencia en la víspera de dicha leva. Su padre no es solo un sencillo aldeano, es un prófugo, un ciudadano romano exiliado forzosamente tras las guerras sertorianas. Tras conocer los dramáticos motivos que obligaron a su padre a no volver a su Valentia natal, decide enrolarse en la milicia celtibera para restaurar el honor de la familia.

Pompeyo el Grande

 En las cartas que Lucio Antonio, el hijo de Cayo Antonio Naso, les escribe a sus padres entre campaña y campaña el lector descubrirá una versión paralela de la Crónica de la Guerra Civil de César, pero vista desde el lado pompeyano, siendo sus ojos testigos de acontecimientos tan atemporales como las batallas de Farsalia o Tapsos, la muerte de Pompeyo o el suicidio de Catón. Su relato le sumergirá en la agonía de la República romana, las intrigas intestinas que socavaron a los enemigos de César, además de estremecerle con su historia de amor imposible con Varinia, la hija del propretor de África hasta llegar al final de la guerra tras el sangriento asalto de Corduba.

miércoles, 18 de abril de 2012

Archienemigos de Roma: TACFARINAS, el rebelde del Sáhara


Archienemigos de Roma:

TACFARINAS, el rebelde del Sáhara


Mi última colaboración en www.historiasdelahistoria.com


 Nuestro archienemigo de hoy fue un hombre indomable, un apasionado defensor de la libertad de sus tierras agrestes frente al codicioso invasor, un líder nato que mantuvo en jaque a las guarniciones romanas hasta que el mismo emperador Tiberio ordenó que fuese eliminado para siempre. En el largo tiempo que duró el mundo romano, no recuerdo a ningún otro caudillo tribal que acaparase la atención de cuatro diferentes procónsules, y menos que tres de ellos celebrasen su triunfo en las calles de Roma por vencer a un enemigo al que, en realidad, no habían vencido.

 Comencemos por el principio… ¿Quién fue Tacfarinas? Su nombre latinizado procede del original en bereber, Tikfarin. Por las escasas fuentes clásicas que abordan su rebelión, principalmente Tácito en sus Anales, se deduce que no procedía de familia noble o acaudalada. Como muchos otros jóvenes musulani, una de las tribus nómadas de la Numidia pre-sahariana, acabó enrolándose como un jinete auxilia más de las legiones. Ya en tiempos de los Barca, la mejor caballería ligera de la Antigüedad procedía de las estepas norteafricanas: getulos, númidas y garamantes nutrían las alas de las legiones desde la Segunda Guerra Púnica.


Uno de los oasis libios
 Pero… ¿Cómo este hombre anodino levantó durante años en contra de Roma tan vasto territorio? Desde la caída de Cartago, el norte de África siempre fue un bocado muy apetitoso para Roma, tan codiciado como posteriormente explotado. Nuestro subconsciente nos lleva a pensar en el sur de Marruecos, Argelia, Túnez y Libia como lugares desolados, semidesérticos, parajes olvidados por el hombre y los dioses, pero en tiempos de los Escipiones, o de Augusto en este caso, no fueron así. Lo que Roma llamó África Proconsular o Nova, que hoy correspondería más o menos con Túnez y el este de Argelia, fue el principal granero del Mediterráneo occidental. El territorio tenía más población que Britania por aquel tiempo, rondando el millón y medio de habitantes. Entre Sicilia, Egipto y África producían suficiente trigo para mantener a todo el Imperio. La desertización severa de estas tierras proviene de la baja Edad Media. El mundo sufrió un empeoramiento climático muy serio en aquellos tiempos, el norte se enfrió tanto que forzó a los pueblos germanos del Báltico a buscar el calor de las tierras meridionales, mientras que un calor extremo en África acabó desecando las estepas de Libia y Argelia. Las descripciones de los geógrafos griegos y romanos de estos territorios nos hablan de regadíos, olivos y trigales, donde hoy solo encontramos oasis y arena.


 Quizá la falta de una presión sistemática en la indeterminada frontera del sur hizo que, después de la exitosa expedición de L. Cornelio Balbo, gaditano y procónsul de África, contra los garamantes en el 19 a.C., sólo una legión controlase tan vasta zona, la III Augusta, acampada cerca de Theveste (Tébessa, Argelia) Las explotaciones latifundistas de finales de la República se expandieron inexorablemente por las tierras de pastoreo que sostenían a los nómadas, obligándoles a replegarse cada vez más al seco sur. Esta sumisión a los terratenientes o desplazamiento forzoso provocó innumerables pequeños conflictos, como el solventado por Balbo, que se saldaron con más de cinco mil victimas indígenas tras las sucesivas represiones romanas.


Ruinas de la antigua base de la III Augusta
 La codicia y crueldad de los diversos gobernadores ayudaron a gestar el escenario perfecto para una rebelión a gran escala. La chispa saltó desde las propias filas de los auxilia. Después de pasar años de servicio a Roma, Tacfarinas desertó. Quizá fue por una decisión impulsiva ante alguna injusticia, quizá porque su plan de insurgencia estaba ya maduro. Esto sucedió en el 15 d.C.; Tiberio llevaba solo un año como sucesor del largo y “pacífico” mandato de Augusto y, según mi hipótesis personal, estoy seguro de que hasta África habrían llegado las noticias del desastre de Teutoburgo y la muerte de Varo sus tres legiones a manos del germano Arminio, otro auxiliar nativo como él que había decidido cambiar de lealtades y vengarse de las afrentas de Roma, hecho sucedido tan solo seis años antes de su deserción. El caso es que pronto sus paisanos musulami le dieron pleno apoyo, creando con su experiencia de combate bajo las Águilas una banda de salteadores profesionales que comenzó a hostigar los intereses de Roma en la región. No estaba solo en aquellos páramos. Otro caudillo local, el mauro Mazippa, juntó fuerzas con él, pues éste régulo tribal mantenía su disputa personal con el rey títere de Mauritania, Juba II, amigo personal de Augusto y regente de aquel reino cliente. Mientras Tacfarinas organizó a su infantería al estilo romano, Mazippa se encargó de crear un cuerpo de caballería formidable con el que dar cobertura a su colega y mil quebrantos de cabeza al procónsul de África.

 El gobernador en cuestión, Marco Furio Camilo, harto de las airadas protestas de los latifundistas cuyos campos eran saqueados en las recurrentes razias de Mazippa, movilizó en la primavera del 17 a la III Augusta y sus cuerpos auxiliares, en total cerca de 10.000 hombres, dispuesto a presentarle batalla al númida rebelde. El enfrentamiento se saldó a su favor, huyendo Tacfarinas hacia el desierto tras ser derrotado por la férrea infantería pesada de las legiones. Camilo se ganó un triunfo, pero el problema no se conjuró, tan solo se aplazó.
Poco después de que el tal Camilo celebrase su victoria entre vítores y aplausos, Tacfarinas volvió a la carga, continuando con su estrategia de guerrillas, tan típica en tierras africanas e hispanas. Las protestas continuaron y el siguiente procónsul para el 18, Lucio Apronio, se vio forzado a remprender la campaña contra los insurgentes. Tacfarinas se envalentonó tras realizar varias incursiones relámpago con mucho éxito, tanto como para poner sitio a un campamento junto al río Pagyda en el que una cohorte de la III Augusta permanecía fortificada. Un centurión llamado Decrio era el primus pilus al mando de aquel contingente y, según nos lega Tácito, “consideró vergonzoso que los legionarios romanos se sintiesen asediados por una chusma de desertores y vagos”. Decrio dirigió una salida dispuesto a romper el cerco, acción que fracasó debido a la superioridad numérica de los númidas. El valiente centurión, herido de flecha en un ojo y varias partes más de su cuerpo, les ordenó a gritos a sus hombres seguir avanzando, pero aquellos, atemorizados por la fiereza de los indígenas, le dejaron morir solo y se retiraron al resguardo de los muros de su fortín. Tacfarinas, apremiado por la llegada de Apronio y los refuerzos, levantaron el cerco, pero el procónsul, cuando liberó el fuerte y supo de la conducta ignominiosa y cobarde de aquella cohorte, ordenó que se aplicase el peor castigo disciplinario del ejército romano: el diezmo. Uno de cada diez hombres murió apaleado por sus propios compañeros…


 El escarmiento del río Pagyda resultó un estímulo implacable para las tropas romanas. Poco después, la III Augusta se enfrentó a Tacfarinas en Thala (Túnez, el mismo lugar donde fue vencido 120 años antes otro númida memorable, Yugurta), derrotando de nuevo a las tribus indígenas a campo abierto. Esta victoria romana le hizo confirmar a Tacfarinas su enorme dificultad de vencer según las normas de la guerra convencional a una legión romana, obligándole a seguir insistiendo en su plan de guerrillas que tan buen resultado le había dado hasta aquel momento. Para mayor cúmulo de desgracias, durante su repliegue hacia la costa fue sorprendido por un destacamento comandando por el hijo del procónsul, L. Apronio Cesanio, escaramuza de la consiguió escapar y refugiarse en los Montes Aurès, pero a costa de que el joven tribuno se apoderase de todo el botín de guerra que había amasado tras tres años de correrías. Apronio padre lo exhibió por las calles de Roma en el triunfo que el Senado le concedió por semejante hazaña. De nuevo, el problema estaba parcialmente resuelto… pero solo parcialmente.

 Poco después de dicho triunfo, Tacfarinas envió un embajador a Roma, dispuesto a entrevistarse con el mismísimo Tiberio y reclamarle tierras para él y los suyos dentro de la provincia a cambio de un armisticio total. La misiva, más que una oferta de paz, era un chantaje, pues Tacfarinas advertía al emperador de que, de no aceptar dicho acuerdo, mantendría sus hostilidades de forma permanente en una guerra sin fin contra Roma. La oferta del númida era seria, pero Tiberio estalló en cólera cuando la escuchó. Tácito recoge en sus Anales que el emperador, cuya cordura y estabilidad emocional empeoró, y mucho, con la edad, dijo:

Ni siquiera Espartaco se atrevió a enviar mensajeros

 El enfado de Tiberio, ultrajado de que un apestoso desertor de las legiones, para él un infame bandido, le tratase como a un igual, proponiéndole pactos de estado, le hizo no escatimar recursos para aniquilar a semejante energúmeno de una vez por todas. Obviamente, la oferta fue rechazada y el emperador encargó al Senado la elección de un comandante capaz que solventara tan feo asunto. El elegido fue el tío de Lucio Aelio Sejano, la “siniestra” mano derecha de Tiberio, llamado Quinto Junio Bleso, un veterano de las legiones con experiencia en gobernar provincias conflictivas como Panonia. Además de la III Augusta instalada en África, Bleso se llevó consigo la IX Hispana y la XV Cohors Voluntariorum desde el limes del Danubio. Entre las dos legiones, la cohorte y sus auxilia, Bleso aunó cerca de 20.000 hombres en su aventura africana. Su primera disposición fue sencilla: el perdón indiscriminado para quien desertara de la revuelta, para todos menos para uno: Tacfarinas. El nuevo procónsul, contando con el doble de efectivos que sus dos antecesores, cambió de estrategia. No buscó un combate campal en el que vencer sin exterminar a los rebeldes, sino que partió sus fuerzas en tres columnas que se adentraron en tierras númidas por tres lugares diferentes, creando un enjambre de fortines permanentes con el que cortarles los movimientos a los insurgentes. La táctica de acoso y cerco dio su fruto. En el 22 hubo nuevos enfrentamientos, el hermano de Tacfarinas fue apresado y la disidencia popular se disolvió como una tempestad de arena. Después de retirar sus tropas durante el invierno, Bleso volvió a Roma en la primavera del 23 y tuvo su triunfo, el último otorgado a alguien no perteneciente a la familia imperial; Tiberio quedó satisfecho pero, de nuevo, el problema quedó sin resolver.

Juba II
El nuevo procónsul del 24, Publio Cornelio Dolabela, se encontró con la triste realidad. Tacfarinas seguía pululando por el vasto territorio fronterizo que se extendía en el límite sur de la provincia, arropado por un ejército de disidentes, y los saqueos y correrías se seguían produciendo con absoluta impunidad. Tiberio y Bleso habían pecado de optimistas y no se habían detenido a pensar que la gran fuerza del líder rebelde residía en la inmensidad del desierto y sus correosos moradores. No sólo contaba entre sus filas a los prófugos libios, númidas o africanos, sino también colaboraban con él grupos de getulos y garamantes del árido sur, etnias antepasadas de los actuales tuaregs. Hasta los mauros descontentos con el servilismo del joven y filo-romano rey Ptolomeo, el heredero de Juba II, se pasaron a la causa númida. Atacaban y desaparecían en las arenas antes de que las guarniciones romanas pudiesen reaccionar. Las cohortes todavía no usaban camellos en aquella época y adentrarse en el inhóspito interior de Libia suponía una aventura fuera del alcance de un procónsul, por muy intrépido que fuese. Para mayor impulso de la revuelta, la salida de la IX Hispana de África fue usada por la propaganda númida como acicate para sumar efectivos, argumentando que los graves problemas del Imperio en el lejano norte les obligaban a sacar sus tropas de África. Había llegado el momento de liberar Numidia del yugo romano.

Guerreros númidas
Toda esta coyuntura hizo que Tacfarinas se entusiasmara mucho más y pusiese sitio a la plaza de Thubuscum (Khamisa, Argelia), pero la rápida intervención de Dolabela desarticuló el asedio, provocando una nueva derrota indígena ante la disciplinada infantería de la III Augusta. El procónsul, más hábil que sus antecesores, no dio su sencilla victoria como definitiva hasta no capturar al líder rebelde y emprendió en persona su persecución. Valiéndose del apoyo de su aliado Ptolomeo, en cuyo territorio se había refugiado el númida, montó cuatro cuerpos de ejército bien nutridos de jinetes mauros cedidos por éste y peinó el sur de la provincia valle a valle. Un informador local avisó al procónsul de que Tacfarinas se encontraba escondido en las ruinas de un lugar llamado Auzea (Sour el-Ghozlane, Argelia) La zona era boscosa y ondulada, ideal para acercarse sin ser visto con una pequeña expedición. Así lo hizo Dolabela. Llegó hasta allí, esperó toda la noche en silencio y, antes de que rompiera el alba, los confiados númidas se despertaron de súbito con las bocinas y los gritos de la legión. Fue una carnicería. La infantería romana, tan efectiva como despiadada, mató como conejos a los insurgentes, aún medio dormidos o medio desnudos, desmontados y mal armados. Los hombres de la III Augusta no tuvieron misericordia: el rencor acumulado tras ocho ingratos años de guerra se desató aquel sangriento amanecer. Siguiendo órdenes estrictas del procónsul, los centuriones dirigieron a sus hombres hacia Tacfarinas. Primero cayeron sus guardaespaldas, después su hijo y, al final, solo y acorralado, él mismo se ensartó en la astas de los legionarios que pretendían apresarle.


Con la muerte de Tacfarinas se desvaneció el último aliento de independencia de las tierras de los musulami, quedando integradas hasta la llegada de los vándalos dentro de la provincia de África. P. Cornelio Dolabela, el verdadero vencedor del insurgente númida, reclamó su triunfo al Senado, pero su proposición fue desestimada por orden de Tiberio. Tácito intuyó la alargada sombra de Sejano tras aquella injusta decisión, pues si hubo alguien merecedor del triunfo sobre Tacfarinas, ese era Dolabela, aunque ello hubiese supuesto la vergüenza de Bleso, y peor aún, del propio Tiberio.






jueves, 12 de abril de 2012

Así fue la presentación de "El Espíritu del Lince"


"El Espíritu del Lince" en
 Casa del Libro de Valencia


 
 A pesar de ser una tarde borrascosa, Javier Pellicer llenó esta tarde la Casa del Libro de Valencia. La ocasión lo merecía; su nueva criatura, una novela de aventuras ambientada en nuestra denostada Edetania, iba a ser presentada en público por primera vez en la ciudad del Turia.


Empezó el acto con la intervención de Isabel Barceló, gran autora de "la terreta" puesta y dispuesta, cuya novela "Dido, Reina de Cartago" ha sido todo un éxito de crítica. En un formato coloquio muy ameno y directo, ambos nos han desmenuzado algunos detalles de este apasionante relato:

[...] Desde el momento de su nacimiento, Icorbeles es marcado por los dioses como el Elegido. Con esa idea en mente, sus padres comienzan a prepararlo para que se convierta en el líder que unifique tosas las tribus de Iberia [...]

 Con semejante principio, y sabiendo que la novela nos relata las vicisitudes de un joven ibero destinado a ser testigo de gestas inmortales como el asedio de Arse (Sagunt) por las tropas de Anibal Barca, su lectura se presenta apasionante. Javier no es un erudito en Historia antigua, ni falta que le hace, pues es un gran novelista que sabe la importancia que tiene mantener el rigor a los hechos y costumbres para no estropear un buen relato de ficción histórica. El plantel de personajes es impecable, verosímiles y bien documentados; hasta los iberos tienen nombres procedentes de los lugares en los que se desarrolla la acción (Edeta, Saiti, Arse, etc.), algo que no fueron capaces de hacer algunos guionistas televisivos no hace muchas lunas...
Bravo, Javier, que Mercurio lleve como el viento la noticia de esta publicación y que los dioses te sonrían. Yo ya tengo mi ejemplar de "El Espíritu del Lince" dedicado por tí, que leeré con mucho gusto. Gracias, camarada de pergamino. 

Para más detalles sobre la novela y la Editorial Pàmies:

http://www.edicionespamies.com/libros.php?libro=103

Blog oficial del autor:

http://elespiritudellince.blogspot.com.es/


miércoles, 11 de abril de 2012

Rincones de Sicilia: De paseo por Siracusa


RINCONES DE SICILIA:

De paseo por Siracusa


Recreación en 3D del Templo de Apolo de Siracusa


Siracusa, residencia del pretor M.Tulio Cicerón y ciudad más próspera de toda Sicilia...

[...] Fueron unas semanas de poca actividad a destacar salvo por una ceremonia que sí que me sorprendió gratamente. Asistimos con curiosidad durante el crepúsculo del primer día de las calendas de Aprilis a la festividad de Afrodita, nuestra Venus. En las ciudades de Sicilia se solapaban ambos cultos, pues la tibia adopción de las costumbres romanas tan sólo había conseguido cambiar el nombre de la diosa después de ya más de cien años de domino de la República sobre aquellas gentes de origen sículo y heleno. Nos colocamos en un cercado de la colina y vimos una enorme e inigualable procesión de mujeres de todo tipo y condición. Patricias y plebeyas, las había gruesas, de coloridos mofletes, redondas caderas y pechos abundantes, y las había también delgadas, de rasgos angulosos, pocas carnes, escaso busto y piernas esbeltas, rubias y cobrizas, pálidas y morenas… Todas ellas desfilaban austeramente vestidas con vaporosas y ligeras túnicas blancas, impecablemente peinadas y esgrimiendo, como único adminículo, un pequeño pebetero de bronce con la sagrada forma triangular de la fertilidad en cuyo interior pequeños cristalillos del más puro incienso de los recónditos países de más allá de las fuentes del Nilo se quemaban, extrayendo volutas de intenso aroma con el que la brisa vespertina nos envolvía. Aquellos vahos le confirieron al respetuoso momento un misticismo que llegó a erizarme el vello desde donde la espalda pierde su nombre hasta la base del cogote.

Fuente de Aretusa
Aquella colección de rotunda feminidad y hermosura se dirigía, parsimoniosamente, a la Fuente de la Ninfa de la Ortygia, al conocido manantial de Aretusa, para realizar en aquel sacro lugar las abluciones rituales de la diosa. Otras mujeres de arrebatadora belleza iban provistas de sinuosos cántaros decorados con escenas de los héroes y los dioses. Eran crateras y jarras de fina loza ática todas ellas rebosantes de leche, símbolo de la fertilidad femenina, con la que agasajaban a los allí concurrentes. Tomé una chata cratera de dos asas de las manos de una guapa y atlética sícula de curvas vertiginosas, una fiera de ojos negros como las conchas de los moluscos de las playas de mi tierra y piel tenuemente dorada por el sol que expelía un suave aroma a jacintos que seducía sólo con respirarlo. Aquella musa me brindó el dulce néctar de su recipiente. Me sorprendió su intenso e inesperado dulzor procedente de la miel de romero, tomillo y lavanda salvaje de los bosques de la gran montaña sagrada, y noté por su rápido efecto embriagador que no sólo era la miel el único ingrediente de aquel brebaje lácteo. No le quité ojo en toda la noche a aquella muchacha que, con su sonrisa blanca y perfecta, me empujaba a seguir llenando más y más veces mi cratera vacía. Y a cada copa que apuraba, más negros y profundos veía sus ojos, más rojos veía sus labios, más curvadas sus caderas y más embrujador su generoso escote perlado de gotas de sudor resbalando entre sus senos hacia el misterioso interior que escondía sus encantos.

Ruinas del Templo de Apolo
Al día siguiente el bueno de Pharos me comentó, mientras intentaba paliar mi terrible resaca con unas hierbas medicinales silvestres, que el contenido de los cántaros de aquellas guapas y simpáticas acolitas de Afrodita que escancian sus bondades durante el trayecto incluía algo más que sólo miel y leche. Parece ser que las sacerdotisas muelen granos de amapola y savia seca de adormidera y lo disuelven en los cántaros de leche para ayudar a entrar a los fieles en comunión con la diosa. No recuerdo como acabé aquella noche con la felina sícula, pero, por la mirada cómplice, acompañada de cierta sorna, en los comentarios de Isbataris durante el desayuno del día siguiente, creo que no debería de estar muy orgulloso de mis evoluciones aquel nefasto día. [...]

VALENTIA, Las memorias de Cayo Antonio Naso


lunes, 2 de abril de 2012


Cine de romanos para ARQVEHISTORIA:

BEN-HUR

Cartel promocional

 En mi pueblo hay un dicho muy soez que, a resumidas cuentas, dice que con buen aparato, que bien se coyunda. Pues eso mismo podría aplicarse a esta superproducción de la MGM que tomó como base argumental uno de los mayores best-sellers de la breve historia literaria de los Estados Unidos. El erudito general Lewis Wallace (Indiana, 1827 – 1905), héroe de La Unión durante la Guerra de Secesión, escribió en 1880 una novela reivindicativa de la importancia de la fe que ha pasado a la memoria colectiva en un formato diferente al papel: Ben-Hur: A tale of the Christ. La novela fue un éxito de tal envergadura que fue llevada al cine en 1917 (sólo 15’) y en 1925, ambas en versión muda. Pero como pasa con otros clásicos de la literatura y el celuloide como Robín Hood, en el que cada generación ha conocido a Robert Taylor, Kevin Kostner o Russell Crowe como el famoso arquero de Nottingham Forest, la MGM se propuso hacer la película definitiva sobre la obra del Sr. Wallace.
Para ello no escatimó en talento ni “talentos”. Con cerca de dieciséis millones de dólares de los de entonces (hablamos de 1959, con Elvis en la mili) y un reparto de lujo, todo pintaba bien para conseguir una recaudación astronómica. El proyecto le fue concedido al director de origen judío William Wyler, famoso por entonces por su trabajo en “Cumbres Borrascosas” o “Vacaciones en Roma”, y los actores más relevantes enrolados fueron Charlton Heston (Judá Ben-Hur), Jack Hawkins (Quinto Arrio) y Stephen Boyd (Messala) Ahora que viene Pascua la volverán a pasar por TV… y me la veré por trigésimo novena vez.
Argumento:
 Judea romana, año 30: Provincia siempre revuelta desde tiempos inmemoriales, un nuevo gobernador es enviado a Jerusalén dese Roma para tratar de apaciguarla. Junto a él vuelve a la ciudad el tribuno Messala, amigo de la infancia de un oligarca local, Judá Ben-Hur. La falta de colaboración de éste último con las autoridades romanas para delatar disidentes hace que Messala vea en él más un enemigo que un amigo, haciendo que la antigua relación fraternal se convierta en descarada rivalidad.
 Durante la entrada en la ciudad de Valerio Grato, el nuevo gobernador, por accidente se desprende una teja de la terraza en la que Judá y su familia siguen el paso de la comitiva, provocando la caída del gobernador de su caballo y el consiguiente arresto de todos los miembros de la casa de Judá acusados de rebeldía. Esta contingencia hace que Messala desate su maldad, encerrando en prisión a la madre y hermana de Judá y condenándole a él a servir in eternum en la armada. Mientras es conducido al puerto de Tiro, al pasar por Nazareth tiene un encuentro fortuito con el hijo de un carpintero que le da agua y fuerzas para resistir.

Trailer de la película

 Después de servir tres años bogando en un trirreme de la armada, da la casualidad de que el aristócrata Quinto Arrio, el praefectum navis de Oriente, se fija en él durante unas maniobras, permitiendo al hortator (el jefe de cubierta) que no le encadene cuando la armada romana se topa con una escuadra de naves enemigas. Durante la batalla el trirreme de Arrio es hundido, pero Judá rescata de las aguas al prefecto contra su voluntad. Sin saber que la batalla se había saldado del lado romano, los dos náufragos son rescatados por otro trirreme romano. Quinto Arrio, en recompensa por haberle salvado la vida y poder disfrutar de la gloria del triunfo, le concede libertad, ciudadanía y herencia al galeote judío.

 Con la libertad llega la venganza. De camino a casa, Judá conoce a un jeque del desierto, Sheik Ilderín (interpretado fabulosamente por Hugh Griffith), amante de los caballos y de las apuestas. Es él quien le comenta que no hay quien gane a Messala en el Circo… El reto está servido.
 La familia de Judá no ha muerto. Su madre Miriam y su hermana Trizah tienen lepra después de tres años pudriéndose en las mazmorras, y son expulsadas a un valle apestado de las afueras de Jerusalén, lugar en el que las encuentra Esther, hija de Simónides, uno de los grandes amigos de la familia y también perjudicado por la ira de Messala. Esther y Judá se encuentran y el nuevo ciudadano romano le expresa su deseo de vengarse del que fue su amigo en la arena…
 La gran carrera de cuadrigas entre Judá y Messala inicia el desenlace de la historia, momento épico e inmortal que no cabe describir por su popularidad. Tras la derrota de Messala, Judá se reúne con los suyos y, casualmente, por esas fechas un agitador político es ajusticiado en el Gólgota, un hombre cuyo mensaje ha sobrevivido hasta nuestros días.
Curiosidades:
 Hay notables diferencias entre la novela y el libro, como suele suceder en estas adaptaciones; el guionista Karl Tunberg tuvo que omitir o sustituir cosas para que casasen mejor en el celuloide:


En la novela, Messala no muere en la carrera, sino cinco años después; contrata sicarios para matar a Judá, pero acaba muriendo a manos de su amante, Iras, personaje interesantísimo en la novela que ni aparece en la película. La bella Iras es la antítesis de Esther, la ambición y la lujuria frente a la modestia y el recato, ambas compitiendo con sus armas de mujer por el amor de Judá. Está claro que la puritana sociedad americana de finales de los 50’s no estaba preparada para las obscenidades de Atia Balba en “Roma” o Lucrecia en “Spatacus, Blood and Sand”.
 Por otro lado tenemos a Messala, el villano ideal, mucho más ruin y despreciable en la novela. En la película vemos un Messala poco frívolo, que duda y que al final se rinde y le revela a Judá el paradero de su familia, cosa que no sucede en el libro, pues en él los encierra todos a fin de quedarse con la fortuna de la casa de Hur. Anécdota curiosa es cómo Stephen Boyd bordó su papel. Parece ser que no acababa de encontrar la forma en la que interpretar una persona que acaba odiando a quien fuese su mejor amigo de la infancia, pero Wyler recurrió a la creatividad literaria para encontrar la solución; el escritor Gore Vidal le dio la fórmula perfecta: tenía que basar la relación entre Messala y Judá como una relación de despecho homosexual psicológico. La idea funcionó y Boyd hizo uno de los papeles más brillantes de su carrera. Menos mal que Wyler y Boyd no le dijeron nada de esto a Heston (hombre profundamente religioso y de escopeta en mano), pues el plan se hubiese ido al traste. Por cierto, Boyd no fue doblado en la escena del Circo, así que no sólo fue un gran actor, sino un arriesgado especialista. Un extra murió en tan memorable escena.

 Once estatuillas de los Oscars avalan esta joya del péplum. La BBC ha hecho recientemente un re-make en formato miniserie de TV, que está bien, pero no tiene el glamour y la trascendencia que tuvo BEN-HUR, A tale of the Christ.