ARCHIENEMIGOS DE ROMA:
SIMÓN BAR GIORA, EL EDOMITA REBELDE
Nuestro archienemigo de hoy fue uno
de los líderes judíos que se rebelaron contra Roma a finales del principado de
Nerón, provocando el mayor desastre físico, humano y espiritual que sufrió
Jerusalén en toda la Antigüedad clásica. Su obstinación y fe ciega en su Dios
llevó al pueblo de Israel a uno de los episodios más sangrientos de su agitada
Historia.
En el año 66 de nuestra era, siendo por
entonces emperador Nerón, Jerusalén,
y toda Judea, se alzó contra Roma… Pero, ¿por qué una provincia hasta entonces anodina
y tranquila osó desafiar al estado más poderoso de su época? Entendamos las
causas: Judea entró en la órbita romana en una de las exitosas campañas de Pompeyo el Grande, en el 63 a.C. Tras
la reordenación del Oriente romano, varios regentes títere al gusto de la
República, estilo Herodes el Grande
y su inoperante descendencia, gobernaron la provincia bajo la supervisión de un
prefecto romano, dejando a los judíos un presunto autogobierno que mantuviese
sus tradiciones, siempre y cuando se aportasen regularmente los tributos
fijados para la provincia. Aquel tenso equilibrio entre tolerancia religiosa y
aceptación política se truncó en la Pascua del año 66. Según nos ha dejado en
sus crónicas Flavio Josefo,
historiador judeo-romano partícipe en este relato, los motivos de la revuelta
fueron la realización de un sacrificio a los dioses ante la Sinagoga de
Cesárea, importante ciudad portuaria de Judea con numerosa población de origen
griego, el latrocinio de diecisiete talentos de oro destinados al Templo por
parte del procurador Gesio Floro y, quizá por ello, la decisión del mantenedor
de éste, el hijo del Sumo Sacerdote llamado Eleazar ben Hanania, de no realizar ningún sacrificio más en él en
honor al emperador.
Jerusalén en el siglo I |
Ante la inminencia del estallido de la
revuelta, el timorato Herodes Antipas II y su esposa Berenice huyeron de Judea,
buscando refugio en Siria, bien pertrechada con los efectivos que Gayo Cestio Galo, legado del emperador
en dicha provincia, estaba reuniendo en la costa dispuesto a atajar la
sublevación. Tras unos tempranos éxitos militares de Galo en el valle de Jezreel, se vio incapacitado para tomar
Jerusalén con solo la XII Fulminata.
Mientras se retiraba para afianzar posiciones, fue sorprendido por Eleazar ben Simón en Beth-Horon.
La matanza fue importante, pues prácticamente Galo perdió todos sus efectivos,
unos 6.000 hombres más su impedimenta, teniendo que huir ignominiosamente entre
cerros y barrancos hasta llegar a Antioquía. Los dioses le privaron de rendir
cuentas a Nerón por aquel desastre,
pues murió en Siria muy poco después, siendo sustituido en el cargo por Gayo
Licinio Muciano.
Lo que no podían imaginarse Simón bar Giora y los suyos era que el
estallido de una guerra civil en Roma paralizaría la campaña de Vespasiano.
Tras la muerte violenta de Nerón, se
sucedieron disturbios importantes en la ciudad, llegando a ocupar brevemente la
púrpura hombres oscuros y de pocos escrúpulos como Otón y Vitelio hasta
que, en el 69, fue Vespasiano quien
prevaleció entre todo aquel embrollo de intrigas e intereses. Por dicha causa,
el nuevo emperador dejó a su hijo Tito
en Judea a cargo de sofocar la revuelta. Una ardua tarea para un joven de
veintinueve años…
Esquema del sitio de Jerusalén |
Ante la imposibilidad de tomar al asalto una
ciudad tan grande y bien defendida, Tito
optó por cercarla, colocando sus cuatro legiones alrededor de ella e impidiendo
a los centenares de peregrinos circunstanciales que se encontraban allí durante
la Pascua poder salir de la ciudad. Pensó que así habría más bocas intramuros que
forzasen una rendición pactada. No salió así. El dios vengativo de los judíos
no entendía de misericordia. Miles de personas murieron en Jerusalén víctima
del hambre y las enfermedades, mientras Simón
Bar Giora y los suyos mantenían a raya tanto a los romanos como a sus
paisanos que asistían petrificados a cada represalia de los zelotes, llegando a echar desde los
muros a toda persona que se mostrase propensa de llegar a un acuerdo con los
romanos. El terror se apoderó de la ciudad. Mataban tanto los fanáticos como la
inanición, como le sucedió al codicioso sumo sacerdote Ananías, proclive a pactar un armisticio en el que no peligrase su
fortuna. Sacándole de su escondrijo, fue ajusticiado por los zelotes sin el
mayor miramiento. Tito seguía
esperando; la guarnición de Jerusalén rondaba las 25.000 personas, una parte
bajo la autoridad del zelote Eleazar ben Simón ocupando la Torre
Antonia, otra parte bajo el sicario Simón
bar Giora y una tercera parte de corte idumeo bajo el control directo de Juan de Giscala. Todo intento de asalto
pasaría siempre por tomar primero la Torre Antonia: era una fortaleza
imponente, levantada por Herodes el Grande en honor de su benefactor, Marco
Antonio, de ahí su nombre. Mientras los
judíos se descomponían en sus cuitas internas, Tito sacaba a sus cuatro legiones a formar ante los muros,
atemorizando con su poderío a los centinelas.
Flavio Josefo |
«Que se
salven ellos y el pueblo, que salven a su patria y al templo» (Guerra de los
judíos V, 362); «Dios, que hace pasar el imperio de una nación a otra, está
ahora con Italia» (Guerra V, 367); «Nuestro pueblo no ha recibido nunca el don
de las armas, y para él hacer la guerra acarreará forzosamente ser vencido en
ella» (Guerra V, 399); «¿Creéis que Dios permanece aún entre los suyos
convertidos en perversos?»
El incendio del Templo de Salomón |
Detalle del Arco de Tito |
El Senado quiso otorgarle al joven Tito una corona por su victoria, pero
éste la rechazó diciendo: "no hay
mérito en derrotar un pueblo abandonado por su propio Dios". El
resultado de la revuelta fue devastador. Según citó Josefo, cerca de 1.100.000
judíos murieron en los cuatro años de guerra, además de los 97.000
que acabaron como esclavos. Todos los elementos sagrados del judaísmo, como la Mesa de Salomón o el Candelabro de los Siete Brazos acabaron
en el desfile triunfal del futuro emperador, comenzando una ruta legendaria
cuya pista se perdió tras la conquista árabe de Hispania. No solo se exhibieron
tesoros, Juan de Giscala y Simón bar Giora también desfilaron en
el Triunfo; el primero murió en las mazmorras, mientras que su compañero de
revuelta tuvo un final más rápido y sencillo. Al final del pasacalle, lo despeñaron
desde la Roca Tarpeya, el lugar ancestral desde el que se ajusticiaba a los peores
enemigos de Roma.
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