Hola a tod@s: aquí os dejo esta completísima y muy cuidada reseña que se ha tomado la molestia de enviarme Francisco José Cubel Rodríguez, un lector valenciano que, después de la lectura de VALENTIA, las memorias de Cayo Antonio Naso, y la reseña que en su día publiqué de la misma, ha continuado con la saga y reseñado su experiencia tras leer DEVOTIO, los enemigos de César. Lo menos que puedo decir es gracias, amigo; el esfuerzo y los sinsabores que tiene esto de escribir y publicar libros sin que los medios se interesen por ti tiene su recompensa cuando te llegan correos como este y te das cuenta de las molestias y el cariño con el que tus obras son tomadas por el público.
Aquí os dejo la reseña para que juzguéis vosotr@s mism@s:
De nuevo durante
la lectura de Devotio, como en Valentia, he experimentado un impactante
discurrir por aquel mítico pasado de continuas guerras, de pan y circo, de
dioses que juegan a los dados con los humanos, de grandes obras, exultante de etnocentrismo:
la civilización romana, aquel país “nuestro” que era el Mediterráneo y sus
riberas.
Un tiempo pasado que forma parte de nuestras
raíces, que estudiamos en los libros de historia, pero que aquí en la novela,
inmersos en su rico bagaje multidisciplinar, es mucho más ameno y palpable,
gracias al buen hacer del escritor, Gabriel Castelló, eco portentoso de
cronistas de la época (Plutarco, Salustio, Tito Livio, Apiano, Suetonio, César,
Prudencio,…), lazarillo que nos ayuda a desandar por entre las tinieblas del
tiempo.
Los interesados
en la historia y la geografía tenemos entre estas páginas una Valentia muy real
a la que agarrarnos, una Ilerda, una Corduba, una Cirta, una Útica y un amplio
escaparate de ciudades con sus respectivos edificios públicos, variopintos
locales y múltiples detalles más, descritos y ubicados en base a datos
arqueológicos e historiográficos. Y nos las hace ver muy dinámicas, llenas de
gente (comerciantes con los productos exóticos de entonces –pg 456-, soldados
con sus lorigas y cáligas, esclavos cargando a los optimates en sus palanquines,
mujeres con sus pallas y atavíos, rostros africanos, asiáticos, galos, …) con
su jerarquía política, con sus vías de comunicación… Vemos cómo se engalanan, cómo
se reflejan en ellas sus dioses, cómo les afecta la crisis económica, los
saqueos, la guerra. Tenemos descripciones de otros testigos que reconocemos, que
junto a los cronistas estaban allí cuando sucedió todo aquello: montes, islas,
desiertos, ríos como el Segre y otros, tan determinantes en aquellos
asentamientos y en el desarrollo de las batallas acaecidas.
El rico
vocabulario empleado es otro aliciente que ayuda a completar el cuadro de lo
cotidiano, extendiéndose con propiedad a muchos campos, regalándonos palabras
desconocidas para mí pero muy sugestivas que encierran gotas de la esencia de
la antigua Roma, pues aunque tienen entrada en la edición en curso del DRAE,
prácticamente ya no tienen un referente actual: lábaro, cáncamo, arúspice,
vélite; ingenuo o idiota tenían entonces un significado social diferente al
actual.
Quedan así
profusamente descritos los múltiples ambientes: ejércitos, lupanares, puertos,
mercados, estancias, banquetes, rituales paganos, …
Las alusiones a
los escritores conocidos en la época y el acople en “Devotio” de algunos
fragmentos de sus obras es un bonito guiño literario: la poetisa Safo, el poeta
griego Cleantes de Asos, (pg, 256), la
cita de Cátulo “vive y deja vivir”, las de César “vine, vi vencí” y “la
suerte está echada”, Pitágoras 563, Ulpiano 568 (sobre derecho), el Fedón de
Platón ( pg 530), y sobre todo, los escritos de Cicerón.
La novela está
estructurada en torno a dos relatos intercalados: unas cartas conectan unos
hechos acaecidos a principios del siglo IV d C. , con otros de una época
anterior (siglo I a de C). Tito Antonio, el narrador de “Valentia” que accedió
a unos viejos legajos sobre la participación de sus antepasados en la primera
guerra civil, va a seguir recomponiendo en “Devotio” aquellos penúltimos años
de la República. Ahora es un anciano que ha ocupado y ocupa cargos importantes
en la ciudad. Nos habla de él un narrador omnisciente, después de ofrecernos
una panorámica de la situación del Imperio, debilitado, dividido en dos, y con
una religión transgresora que gana más y más adeptos, desafiando al politeísmo
romano. Vemos la situación de los cristianos en Oriente, con el caso concreto
de San Jorge, y luego en Hispania con dos de sus oficiantes en Cesaraugusta: el
obispo Valerio y su diácono Eutiquio. Estos son apresados y trasladados a
Valentia para ser juzgados. Allí convergen las biografías de Tito Antonio y
Eutiquio, entrelazadas en una relación jurídica y amistosa marcada por la
curiosidad, la comprensión y la protección del valentino, y por el interés que
ambos muestran por la Historia. El hijo de Tito Antonio ha encontrado, casualmente,
unas cartas antiguas (por una de esas casualidades, encuentros o desencuentros
tan literarios), y se las ha regalado a su padre. Son la continuación de las
crónicas de Cayo Antonio que encontró en su juventud. Ahora es el hijo de Cayo
Antonio, Lucio/Turibas, el que escribe (son unas cartas dirigidas a su padre y
que debieron perderse por el camino), acerca de la segunda guerra civil, entre
Pompeyo (y sus sucesores) y el dictador César.
Tito Antonio
muestra estos escritos de su antepasado Lucio al preso Eutiquio, haciendo de
bisagra entre los dos personajes que llevan la fuerza dramática de la novela,
dos muchachos que, por fidelidad a sus ideales, se exponen a la crueldad de la
guerra y al martirio de la represión política, de ahí el título de la novela.
Estos dos bloques
en que se divide la obra tienen distinta envergadura: uno más grande, el de las
cartas de Lucio, una ametralladora de información y de sentimientos (lealtad,
crueldad, hastío, añoranza, rechazo, fracaso,…) difícil de detener aun cuando el
otro bloque, la otra historia, también está reclamando encarecidamente la
atención del lector, su turno de exposición.
El desenlace
llega finalmente, y vemos como Eutiquio consigue la gloria para su causa,
convirtiéndose en Vicente, el vencedor, en objeto de culto y devoción; en
cuanto a Lucio, su mayor gloria es haber salido vivo de aquel horror, y también
haber superado con nota su viaje iniciático, el cruel “ritual de paso” de
muchos jóvenes romanos.
Así entramos en
el apartado de los personajes, con un elenco
amplio y feraz, variadísima suma de ingredientes para que el guiso tenga
más sustancia:
-
El emperador Diocleciano y su corte de Nicomedia, que
desde el principio nos enganchan a la novela.
-
Los duunviros y aristócratas que reciben a Daciano en
Zaragoza.
-
El entorno familiar, servil y profesional de Tito
Antonio.
-
El pérfido Minucio Glabro, que cumple su misión y se nos
escurre sin tiempo de mostrar sus fisuras.
-
El obispo Valerio, al que correspondió un castigo y una
trascendencia menor, tal vez debido a sus limitaciones físicas, a su menor
capacidad de sufrimiento, o a su prudencia.
-
El interesante grupo de senadores republicanos que se ven
obligados, primero, a huir de Roma;
después a hacer frente con las armas a César en sucesivos frentes; y finalmente
a aceptar la derrota y la muerte.
-
Aliados
periféricos de uno y otro bando de la guerra civil como Bagud, Sittio, caudillos
hispanos y galos, el poderoso Juba I y su hijo; Cleopatra.
-
Varinia, maniquí de atuendos y de poses de la mujer de la
época, desfila por la novela poniendo un poco de amor y esperanza en la vida de
Lucio, pero acaba desapareciendo en el mismo molde que otros y otras del bando
de los vencidos…
-
Aulo Afranio: primo y compañero de fatigas de Lucio; da
cierta tranquilidad saber que está ahí, al lado del protagonista, en muchos
pasajes. Más catalizadora resultaba la amistad de Lucio con Biulakos pero éste compañero
suyo desde la infancia se apea pronto del relato.
-
De más peso es la figura de Lucio Afranio, protector de
Lucio como lo fue de su padre, prudente y brillante militar, fiel defensor de
la causa republicana, comprensivo testigo del posicionamiento de los Antonios.
-
Pompeyo el joven, al que le toca liderar el frente
republicano tras la muerte de su padre y de otros comandantes, cuando ya estaba
todo prácticamente perdido. Asistimos a su ira, a su violencia de fiera
arrinconada, al abandono y la traición de muchos de sus soldados.
-
Cayo Antonio, personaje
que aparece poco pero que nos
resulta familiar a los que leímos “Valentia”. Después de todo lo que luchó, su
preocupación ahora es lo que se le viene encima a su hijo, del que se despide
viéndolo ir vehemente hacia la guerra para saldar sus propias deudas. Como
destinatario de las cartas de Lucio, se le nombra constantemente.
En medio de
estos secundarios, y de otros personajes históricos a los que se alude de
pasada, van tomando cuerpo César, Pompeyo, y Lucio Antonio, y en la otra
historia Eutiquio, Daciano y Tito Antonio.
Los rasgos de los dos primeros, los estrategas
rivales César y Pompeyo, están bastante apoyados en los testimonios que de sus
personas han llegado hasta nuestros días, como no podía ser de otra forma, pero
el autor también pone de su cosecha,
recreándolos desde el punto de vista de un soldado.
-
Sobre César, el autor nos da esta definición que pone en
boca de Catón, uno de sus enemigos, antes de convertirse en su víctima:“tenemos
ante nosotros al individuo con más ventura y osadía de todos nuestros tiempos,
político sin recatos, orador elocuente, militar severo y gestor meticuloso”. Se
transcriben en la novela alguna de las arengas de César, discursos que nos legó
en sus “Comentarios de la Guerra Civil”.
Su condescendencia con los vencidos parece ser una estrategia para ganar
adeptos. Acecha continuamente, y su proximidad es angustiosa para sus
oponentes. Lucio habla mucho de él en sus cartas a su padre, y es él, con sus
embestidas, el que condiciona constantemente el curso de los acontecimientos.
-
Pompeyo también
tiene muchos matices: nos lo presenta prudente ante el enemigo y ante sus
mismos aliados (“víboras ávidas de venganza que le hacen objeto de burlas a sus
espaldas”), sopesando, recordando las batallas contra Sertorio, responsable con
las vidas de sus soldados, serenamente decaído por sus derrotas, pero sin
desfallecer y tratando de buscar su paz interior hasta que lleguen refuerzos
desde alguna parte; desahoga sus preocupaciones con sus colegas de confianza, y
con su esposa…
-
Sobre Lucio Antonio/ Turibas, el gran protagonista, añadir
que está bien perfilado, que conecta muy bien con el lector. Explica con
claridad y soltura los pormenores de las batallas desde su privilegiado punto
de vista en el frente, codeándose con los protagonistas reales de la guerra, así
como las novedades del mundo que se le abre en sus viajes por Grecia y África,
desde su doble condición de romano e íbero. Cada vez más involucrado en la
guerra y en la derrota, en medio de tantas bajas y deserciones, resulta grato
ver como hace frente y supera unas condiciones tan duras, la entereza con que
ejecuta su compromiso, su esfuerzo por hacer las cosas lo mejor posible, su
generosidad. Nos transmite sus candorosas reflexiones y las autorizadas
opiniones sobre la corrupta República de los grandes personajes que le
acompañan en su diáspora.
-
Y en la otra historia cambiamos a César por otro sabueso:
Daciano, un personaje real del que no se sabe mucho pero que ha pasado a la
historia metido en el maniqueista saco de los martirios como uno de los más cruentos
partenaires de los mártires. Aunque el autor intenta justificarle, se nutre de él
para conseguir intriga, e intensidad al final de la novela.
-
Tito Antonio, apasionado de la Historia que, andando los
tiempos, aparecerá enterrado junto a sus objetos de estudio. Conocedor de todos
los secretos de la ciudad de “Valentia”, curtido y ya de vuelta en la
vida, hace una arriesgada apuesta por
defender a un joven revolucionario, un desafiante soplo de libertad…
-
Eutiquio /Vicente abunda sobre la puesta en escena de los
cristianos en el mundo romano, pero con
el valor añadido de que nos toca más de cerca. Es un personaje fundamental en
nuestra religión, cultura e historia, pues ilumina nuestra ciudad en ese
periodo de la historia del que apenas se tienen noticias. Su abordaje literario
es una gran idea, y tiene cierta base documental. Este personaje se nos
presenta con un más que digno ethos, logos y pathos. Tras hablarnos en el
Epílogo de su trascendencia en los siglos posteriores, en la nota final el
autor nos invita a reflexionar sobre cómo las organizaciones de los cristianos
acabaron suplantando a las instituciones del imperio, y los atropellos de los
unos, a los de los otros.
Y es que la
crueldad es casi otro personaje de la novela; la brutalidad, la muerte, la
destrucción, el saqueo, la violación son manchas que reaparecen, oscureciendo momentáneamente
el placer de la lectura, desequilibrando entonces los relatos hacia algo nocivo
y repugnante. Lo que cuenta Daciano
de la crueldad de los persas de Sapor I, la mención al terrible diezmo (pg
482), … pero se trata de la guerra, … y de
la humanidad misma. La misma fuerza de la fe, del odio, de la
ambición, de la crueldad, de la tozudez, incluso del amor, conduce al ser
humano en ocasiones a esas horrendas situaciones, a sufrir y a infringir
sufrimiento al prójimo. La novela también da pie a reflexionar sobre esto (pg
388: “allí estábamos parados más de cincuenta mil hombres taciturnos dispuestos
a morir, sufrir y sangrar por la sinrazón de dos gallos pedantes que se negaban
a compartir el mismo corral”).
La edición
adolece de pequeños defectos como algunas erratas, ausencia de mapas claros y falta
de algunas notas explicativas más: es mucho lo que Gabriel explica en las notas
a pie de página o a través de los diálogos o testimonios de sus personajes, en
el epílogo, en la nota final y con el listado de topónimos (interesantísimo lo
de los escrúpulos, pg 625, y lo del septentrión y su etimología, 598, y las
variedades de garum, vinos, cereales, el puls, el bodrio, mariscos…), pero
seguro que aun es más lo que querría haber explicado (¿cómo fue lo del estirón
de barbas de César al rey Juba en el Senado, dejado caer en la pg 335? ¿Qué es
lo de “Gaugamela”, de la pg 402? O lo de las cursivas: pese a la nota de la pg 432,
no siempre queda claro quién hay detrás de algunas frases en cursiva). Supongo
que la edición pondría unos límites, temerosa de un aluvión de asteriscos,… Por
fortuna, como complemento a sus novelas, el autor continúa dando detalles de
los personajes y demás, con un goteo constante de información a través del
ciberespacio. Aun así estamos esperando
próximas novelas, más noticias de los Antonios,
de Valentia, de Roma, …
***
Pronto, amigo, pronto llegará la tercera parte de la saga...